lunes, 25 de agosto de 2014

Reflexiones de un banco de madera

Encontrosé anclado, día tras día, en el suelo, el fuerte banco de madera. 
Observando ocioso a los que impacientes esperan, la llegada de un tren, que los lleve a su destino. 

Siempre pensó que el hombre se parecía sobremanera a aquellos raudos trenes, siempre yendo y viniendo, subiendo y bajando siempre a la carrera, esclavos del tiempo. 

Mientras que él, era totalmente distintos de humanos y trenes. Sin nada que hacer, sin tener que correr, sin horarios que cumplir. Pues ser un banco, lo eximia totalmente del yugo del tiempo.

Era consciente, de que aun sin quererlo, sus maderas se iban a humedecer y pudrir algún día, aquellos tiempos de observar la velocidad, terminarían y finalmente, su lucha contra el tiempo, habría sido en balde.

Pero buen consuelo se llevo con él, al entender, que hombre y tren eran iguales. Ambos dejando escapar, las pequeñas cosas a causa de la velocidad, en vez de detenerse a observar, apreciar y guardar, aquellos pequeños e ínfimos momentos de felicidad, que el tiempo te otorga.

Observando ocioso el banco, pensó contento, que era una suerte poder disfrutar de cada uno de aquellos pequeños detalles, solo por el echo de no tener que ser como hombre y tren.  

Siempre yendo y viniendo, subiendo y bajando, siempre a la carrera, esclavos del tiempo.

Thomas Vera - Marzo 2014

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